¿Por qué amamos a los perros?: vínculo emocional, ciencia y salud

Los perros no son sólo mascotas; son un refugio emocional, compañía constante y maestros de la empatía. 

Desde milenios, hemos compartido hogar y valores con ellos, haciendo más fuerte el compromiso entre especies. Integrando aportes de los psicólogos, la neurociencia y ejemplos cotidianos, ahondamos en las razones por las que los perros ocupan un lugar tan privilegiado en nuestras vidas.

Conducta amable y vínculo familiar 

Según los expertos, los perros muestran una conducta amable en casa: se alegran cuando llegas, no te juzgan y te escuchan activamente. Esa suma de gestos diarios —mover la cola, atenderte, esperarte— construye un vínculo emocional muy sólido.

Esto se llama “escala de valores”:  al incluir a los perros dentro de nuestros valores como respeto, empatía, entrañamos esa relación como parte de nuestra familia.

Además, son un apoyo emocional fundamental, especialmente tras la pandemia: escuchar, acompañar y motivar, sin juzgar, cubre muchas necesidades humanas.

Los perros son grandes compañeros, además adoptar a uno tiene grandes beneficios, como reducir el cortisol y mejorar el estado de ánimo.

Beneficios fisiológicos y salud mental

  • Acariciar 20-30 minutos a un perro libera oxitocina y reduce cortisol, lo que contribuye a reducir el estrés y la ansiedad.
  • Los perros ayudan a reducir la presión arterial, mejorar el estado de ánimo y fomentar hábitos saludables, como la actividad física diaria.
  • Tener un perro puede ser un factor protector frente a la depresión, especialmente en personas que viven solas o en situaciones de duelo.

Vínculo de apego y empatía cognitiva

La relación humano-perro se parece a un vínculo de apego infantil: los perros reconocen a “su persona” como figura segura. 

Manifiestan ansiedad por separación, y buscan proximidad para explorar el entorno, reforzando el vínculo emocional. Los perros también son capaces de demostrar empatía: se acercan más cuando alguien llora, incluso si no lo conocen.

Las señales de afecto de los perros son muy visibles, la cercanía con su humano le da confianza, seguridad y se establece un vínculo cariñoso.

Conexiones químicas y cerebrales

Estudios con escáneres muestran que los perros reaccionan a la voz u olor de su humano con actividad cerebral similar a la que sentimos al ver a un ser querido.

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Liberan oxitocina, hormona relacionada con el apego, al interactuar con sus dueños. Esto demuestra que los vínculos emocionales entre humanos y perros son mutuos y profundos.

Señales de afecto: lenguaje canino que nos enamora

Estas claras señales de cariño perruno incluyen: saludo efusivo, movimiento de cola, lamidos, contacto visual y buscar dormir cerca.

Estos comportamientos indican apego seguro y son un lenguaje afectivo universal entre perro y humano. Incluso los perros más tímidos muestran afecto a su manera, construyendo confianza progresivamente.

Los perritos llamados mestizos o criollos son seres que merecen un hogar, muchos de ellos viven en las calles, pero sólo necesitan una oportunidad.

Historias conmovedoras

Rocky, un boxer que salvó a su dueña de ahogarse, demuestran una devoción que va más allá del entrenamiento.

Cada perro adoptado o rescatado tiene su historia: muchos dueños aseguran que sus lomitos mestizos les “salvaron la vida”, ya sea por una acción como la de Rocky o bien, siendo el apoyo a personas con depresión o que están viviendo alguna etapa complicada. 

Estas vivencias refuerzan la idea de que los perros no sólo nos acompañan, sino que nos transforman.

Vínculo con los perritos mestizos o de la calle y la adopción

Los “lomitos” mestizos dan lecciones de empatía y resiliencia. Su gratitud tras ser adoptados es intensa, lo cual nos conecta con el instinto humano de cuidar y proteger.

Campañas de adopción y de rescatadores, recuerdan que este amor no debería tener etiquetas de raza.

Conclusión

Amamos a los perros porque nos entregan lo más humano que existe: amor, empatía y compañía sin condiciones. Su conducta amable, respuesta emocional, efectos fisiológicos positivos, signos claros de afecto y profundas historias de rescate consolidan un vínculo que va más allá de una relación mascota-dueño. 

Es un vínculo social, biológico, emocional y cultural. Tratémoslos con respeto, reconozcamos su valor emocional y celebremos su lugar en nuestras vidas: no son sólo perros, son amigos leales, confidentes silenciosos y reflejo de lo mejor de nosotros.

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